Octubre ha llegado, y con él, el aire se llena de un ambiente especial que marca el inicio de las fiestas patronales de Tejutepeque y, al mismo tiempo, nos recuerda que el fin de año se aproxima. En nuestro querido terruño, este mes no solo significa la llegada de las celebraciones en honor a San Rafael Arcángel, sino también una sensación de renovación, de cerrar ciclos y de comenzar a mirar hacia adelante con esperanza y gratitud.

La Circasia Salvadoreña se viste de gala y celebra con mucho fervor estas fiestas patronales que son tradición. Las calles de Tejutepeque se transforman. Los colores, las risas y las canciones llenan cada rincón, creando una atmósfera donde tanto niños como adultos viven con alegría y entusiasmo las festividades. Los pequeños se preparan para disfrutar de los juegos mecánicos y los dulces tradicionales, mientras los adultos recuerdan las fiestas de su infancia y se enorgullecen de compartirlas ahora con sus propios hijos.

Pero octubre no solo es celebración, también es un mes cargado de nostalgia. Es inevitable pensar en aquellos que ya no están, en quienes alguna vez caminaron por estas mismas calles y formaron parte de estas mismas tradiciones. Los vientos de octubre parecen traer sus memorias, sus sonrisas y la certeza de que, aunque ausentes, siempre estarán presentes en el corazón de este pequeño pueblo.

Este es un mes que invita a la reflexión, al agradecimiento y, sobre todo, a vivir nuestras fiestas con amor y devoción. Honremos a San Rafael Arcángel y celebremos nuestras tradiciones con la calidez y unidad que caracterizan a Tejutepeque. Porque estas no son solo las fiestas de un pueblo, son las fiestas de un corazón que late al ritmo de la fe, la historia y la esperanza.

Vivamos octubre con la alegría de nuestras raíces y con la mirada puesta en el futuro, sabiendo que las fiestas marcan el inicio de una etapa que nos llevará, pronto, a cerrar otro año de logros, recuerdos y bendiciones.